El control postural es la capacidad de mantenerse estable, de no caerse cuando por ejemplo estamos de pie. Este control es algo dinámico, en continuo cambio, es una sucesión de ajustes que hacen estructuras como huesos, articulaciones o músculos para luchar constantemente contra la gravedad.
En definitiva, podemos decir que una postura equilibrada, adecuada, es aquella en la que existe una alineación del cuerpo, que permite ganar en eficacia fisiológica y biomecánica para disminuir el estrés y la sobrecarga producidos por efecto de la gravedad.
Existen factores personales, físicos, químicos, mecánicos, emocionales y ambientales, que pueden perturbar el equilibrio y hacer que unos grupos musculares trabajen en exceso o no trabajen, provocando una pérdida de la estabilidad y la aparición de patologías que al principio pueden ser funcionales, pero si no se resuelven, pueden derivar en crónicas e incluso orgánicas.
Síntomas de un desequilibrio postural:
- Dolores musculoesqueléticos: Cervicalgias, lumbalgias, etc.
- Disfunciones neurovestibulovasculares: Migrañas, vértigos y acúfenos.
- Disfunciones radiculares: Neuralgias del trigémino, cervicobraquiales, ciáticas..
- Disfunciones neurovegetativas: Alteraciones digestivas y cardiorespiratorias.
- Disfunciones del comportamiento: ansiedad, cansancio y astenia.
- Disfunciones neurológicas: Espasticidad, flacidez, disfonías, etc.
El fisioterapeuta, a través de diferentes tests de valoración, busca detectar alteraciones de las diferentes entradas sensoriales, así como las de caracter visceral, bioquímico, ambiental, etc.
El tratamiento de fisioterapia consiste en combinar diferentes técnicas de terapia manual: fasciales, neuromusculares, viscerales, craneosacras, etc. buscando un buen control postural del paciente.